A mi madre.

 Hoy dedico mi primera entrada en este blog a mi madre.

Sí. A mi madre. A esa mujer luchadora que día tras día se levanta para trabajar 10 horas diarias (o más) para traer dinero a casa y que no nos falte nada. A esa mujer que lo da todo por los suyos, que muchas veces renuncia a ciertas cosas para poder dárnoslas a mi hermano y a mi.

Mi madre tiene 56 años. Le gusta bailar, siempre me repite que quiere ir a clases de baile pero que nunca tiempo tiempo para ella misma. También le gusta cantar, cocinar e ir de compras.

Trabaja de lunes a viernes en una oficina. Es administrativa. Lleva doce años en la misma empresa y sigue cobrando lo mismo que cuando empezó. Muchas veces no viene ni a comer a casa. Entra a las 9 de la mañana y llega a casa a las 10 o 11 de la noche. Tiene contrato de 8h diarias pero si contamos, salen bastantes más. 

A veces los findes también teletrabaja y en sus vacaciones no es raro que también la llamen para tratar algún tema.

Los fines de semana es cuando tiene libre pero después de estar toda la semana encerrada en una oficina, dice que no le apetece salir, que está cansada. ¿Normal no?

Tiene que ser muy frustrante matarse por hacer tu trabajo lo mejor posible y que te traten como si no valieras nada. Doce años. Doce años en una empresa para que al final no te valoren. Cobrando el sueldo justo para llegar a fin de mes y que por encima tu jefe te humille.

Aún así mi madre sigue y sigue trabajando. Sabe que con su edad no encontrará un trabajo mejor. Se esfuerza por hacer su trabajo lo mejor posible aunque le cueste la salud. Siempre antepone el bienestar de los demás por encima del suyo. 

Hoy le dedico esta entrada a mi madre y a todas aquellas madres coraje que luchan día a día para sacar a su familia adelante en un mundo machista donde la mujer siempre tiene que esforzarse el doble que el  hombre para ganarse su lugar. El lugar que se merecen y que le corresponde.

Hoy más que nunca debemos educar a niños y niñas en igualdad. Nadie es más que nadie, ningún hombre es más por ser hombre al igual que ninguna mujer es menos por ser mujer. 

Las empresas son un reflejo de la sociedad patriarcal. Menosprecian a las mujeres y eso se ve reflejado en la discriminación que sufren, tanto en salario como en la promoción. 




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